la robotización de una sociedad

La vivienda es un tema que nos atañe a todos, puesto que ya sea que estamos por adquirir o construir  una, estamos rentando o ya poseemos alguna, la vivienda es un presente en la mente de cada  familia como tema inquietante no solo de necesidad de  protección y calidez, sino también como tema de índole financiero, y claro está que se han realizado grandes esfuerzos por satisfacer esta necesidad por parte del gobierno otorgando programas sociales  de  financiamientos tales como INFONAVIT, FOVISSSTE entre los más conocidos.

Estos solamente han prestado atención al factor económico y el financiamiento  alejándonos de la vivienda  y la calidad de esta, prestando solamente atención a los costos y no al funcionamiento y desarrollo de una familia dentro de esta.

Tal pareciera que la vivienda es el único producto existente  que no presta atención al consumidor, por ende no hay necesidad de  evolucionar e innovar,  si así fuera no  viviéramos en la robotización de la sociedad, se nos olvida que la vivienda genera y define las dinámicas sociales, no se trata nada más de lo que pasa dentro de los muros  de una vivienda, si los metros cuadrados de construcción son suficientes o no, o si sus números de recamaras son adecuados para la familia, también se trata de cómo funciona la vivienda hacia el exterior.

Si las vialidades son  lo suficientemente anchas para transitar y para alojar un vehículo, o bien para que el peatón transite libremente sin que peligre su vida, tantas historias hay de fraccionamientos populares donde el usuario viene después de una larga jornada laboral, cargando con cierto estrés y presiones financieras y en su ideal esta llegar a casa y descansar, aquella casa que después de largos 15 o 20 años se encuentra pagando sin embargo al llegar se topa con que le obstruyen  la entrada, no hay estacionamiento en su propia casa, claro está que ni en su hogar encuentra el confort que los desarrolladores deberían propiciar.

Esta necesidad y el gran déficit que actualmente vivimos han motivado que las desarrolladoras  construyan masivamente fraccionamientos con una visión exclusivamente de negocio, puesto que es un hecho que la venta de esta se ejecutara, consecuente de la demanda existente y no por la calidad de esta, olvidándonos  del usuario, dando por satisfecha esta necesidad por el mero hecho de que exista una vivienda.

El desarrollo inmobiliario es el lugar donde deberían converger variedad de especialidades, desgraciadamente, se ha colocado en el desarrollo inmobiliario solo a una persona, la llamada “business”. Aquella que solo le interesa el retorno de capital a cambio de espacios marginales, entregando caos social, el usuario actualmente  decide adquirir una vivienda por una urgencia emocional circunstancial, es decir factores externos que no derivan de una decisión emocional interna  y de convicción, más bien de una escases en el mercado, de opciones agotadas y generalmente la  escala de elección resulta estar definida por la opción menos deteriorada, la “menos peor” entre sus alternativas, son necesidades circunstanciales externas las que definen la  adquisición de una vivienda.

El ideal debería ser como aquel panorama o situación que nos topamos al adquirir un vehículo, la oferta es tan rica, que da oportunidad a negociar, da oportunidad a elegir entre los detalles disruptivos de cada uno, y que nuestra decisión sea guiada por una decisión circunstancial  emocional, como lo describe Carlos Muñoz en su libro “Innovación en el desarrollo inmobiliario”, una vivienda debería ser  impulsada por una  decisión desde el interior, una identidad, un producto que es una  inversión patrimonial de vida  , un objeto que tiene el potencial de ser herencia,  que es un presente y que será un futuro, por su vida útil.

El desarrollo inmobiliario actual ha encerrado en una caja a todos los usuarios, volteamos a nuestro alrededor y vemos centenares  de casas a nuestro alrededor iguales, tal parece que todas las familias nos comportamos igual, tenemos la misma cantidad de componentes, funcionamos igual y básicamente la vivienda actual nos grita que nadie tiene derecho a ser atendido por las necesidades específicas.

Todos somos robots, y ellos nos programan, ellos nos dirán como funcionaremos, lógicamente la consecuencia de esto es la carencia de una identidad, carencia de emociones hacia nuestro patrimonio, tal como un robots.

Por eso vemos gente sin casas y casas sin gente, una alteración del orden prioritario del sentido de pertenencia. Una robotización de nuestra sociedad.

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