Hay acontecimientos que han propiciado que la vivienda sea denominada bella a través del exterior, solemos pasar más tiempo fuera que dentro de la vivienda, ahora nuestro ego se llena con escuchar comentarios halagadores sobre la fachada de la vivienda. No logro concebir que en tiempos de antaño una cueva fuese halagada por el exterior, sino más bien por la rica función de habitabilidad, calidez y protección en el interior.
En estos tiempos de encierro propiciados por la cuarentena, hemos volteado a ver lo primordial de una vivienda, el interior, su habitabilidad; las fachadas, las decoraciones, las amplias cocheras para acoger todos los carros han pasado a término secundario, ahora lo que importa es una introspección hacia la vivienda, y no hablo de belleza visual meramente, si no de habitabilidad y percepciones, que al final del día termina teniendo relación con la belleza y la estética, originalmente la palabra estética se extrae del griego aisthētikós que significa “percepción o sensibilidad” a través de los sentidos, por lo tanto nuestros sentidos terminan por darle nombre a lo bello.
Quisiera que recordemos el origen de la vivienda y sus funciones, la teoría universal de la arquitectura lo remonta a la caverna, y a partir de esta se estudia el progreso de la arquitectura. Será que desde la caverna hasta lo que hoy, siglos más tarde llamamos arquitectura ¿Hay una evolución o una involución?.
Somos capaces de crear estructuras imponentes, edificios de alturas impensables, fachadas con iluminaciones con altas tecnologías, es importante preguntar si cumple con la función original. La realidad es que hoy el encierro de la cuarentena lo ha puesto a prueba, no olvidemos que la caverna tenía funciones básicas, y era la de protección, calidez y refugio.
Quisiera extraer un pensamiento de José Joaquín Parra con respecto a la cueva, para conscientizar de la función básica de la cueva “la cueva es el útero de la humanidad, el lugar arquitectónico de la gestación de la especie en la que nos estamos convirtiendo. La cueva es el primer lienzo, el soporte de la primera huella intencionada de una mano: el primer suelo y el primer techo con los que se establecieron relaciones afectivas, el primer medio ambiente que se acondicionó, el escenario en el que se situó la primera puerta.”
Parece que las cuevas de antaño cumplían mejor la función de refugio, calidez y convivencia, a lo que hoy los desarrolladores están ofreciendo. El problema fue la mezcla de dos ejes que nunca debieron unirse, tal como pasó con la política y la religión, así sucedió con la vivienda y los negocios, una limita a la otra y una de estas termina por dominar, en este caso fue el negocio y las utilidades quien logro vencer a la arquitectura y por consecuencia la vivienda se politizó, lo podemos apreciar en las superficies, los espacios mínimos, viviendas en serie, segmentación de zonas económicas y estilos de viviendas, cuando no debió ser así y ahora este encierro nos lo recuerda.
En la actualidad el desarrollador quiere vender una fachada bonita, para deslumbrar y este sea el motivo principal de compra, pero ignora lo que hay de tras de la puerta, es como si en la cueva fuese más importante el acceso que el interior. Los desarrolladores utilizan una frase para vender “ el kilo en la mano” derivado de una premisa con analogía en el cuerpo humano, donde argumentan que un kilo distribuido en todo el cuerpo no es muy notorio.
Pero un kilo sostenido en la mano si lo es, esto haciendo alusión a que el kilo en la mano es la fachada, es ahí donde argumentan los desarrolladores vale la pena invertir un poco más, para que sea visible y por ende sea vendible, ellos expresan que es preferible eso a gastar la misma cantidad en el interior, y ahí tenemos casas con frente de cuatro metros con las fachadas terminadas, pero el interior sin loseta, una sola ventana en los espacios, alturas mínimas, baños mínimos, emplastes únicamente en zonas húmedas, pero el kilo en la mano para que sea notorio es la fachada.
La realidad es que nuestra mente tiene memoria, las chimeneas causan nostalgia ya que nos remontan a las fogatas de antaño realizadas dentro de la caverna. Vitruvio asocia al inicio de los diez libros de arquitectura ¨el origen de este al descubrimiento y al dominio del fuego¨ pero ahora tener fuego dentro de la casa, con el término chimenea es equivalente a pagar unos miles de pesos más y hasta se considera un lujo de tipo residencial plus.
Vamos matando la caverna cuando nuestros proyectos eliminan los elementos de vivencia, subsistencia básica, protección, familia, calidez, y hoy que estamos en el encierro lo recordamos.
Estos días no deben de pasar desapercibidos, la dupla entre inversionistas y arquitectos deben observar lo primordial, ahora el mercado valorará más una ventana y unos metros cuadrados habitables extras, que espacio para refugiar vehículos, y fachadas sin un propósito, querrá sentir una sensación emotiva desde el interior y no por la visualización del exterior por los terceros. Porque al final del día la vivienda sigue siendo para habitar y no para mostrar, como la caverna de antaño.